Buenos Aires 2009
Querido próximo amor:
Pronto pasarás por mi puerta y atravesarás mis ojos, mi piel, mi corazón. Lo sé porque no puedo tenerte lejos mucho tiempo. Aprenderé a sentirte palpitar mucho antes que tus manos se aferren a las mías. Será el momento fundacional de la fantasía, ese lugar íntimo y silencioso donde todo explota en sensaciones ya vividas, pero siempre únicas.
¡Que maravilloso territorio el de la fantasía! Allí, vos y yo seremos los seres más bellos de la creación por un rato, una utopía que se respira y se besa. La única utopía que en algún momento se alcanza. Te buscaré en la ausencia y todo mi amor dibujará tu rostro una y mil veces en el aire. Cada palabra, antesala del encuentro dulcemente postergado, será inmensa y tendrá una trascendencia como ningún otro momento volverá a regalarnos. Por eso, querido futuro amor, trataré de estirar el sabor de la fantasía hasta que la piel se desgarre en deseo y el alma se deshaga en ternuras, porque nunca más volveremos a transitar juntos por ese espacio de tierra prometida.
Cuando tu ser y mi ser finalmente se entreguen. Cuando la hembra comience a moldearse junto al macho ya serán otras las sensaciones. Cada uno saldrá de la esfera de sus sueños y el alma y el cuerpo del otro se transformará en un territorio inexplorado. Esta es la segunda maravilla que nos espera, porque nadie es igual en otro ser y el encuentro será hacia afuera, pero también hacia adentro. Seré una mujer desconocida, aún para mi misma, entre tus brazos; serás un hombre desconocido, aún para vos mismo, entre los míos. Seremos vírgenes, a pesar de haber sido habitados en el pasado.
Éste, y no otro, es el desafío al que te invito, volver a ser vírgenes. Y no me refiero a ocultar las cicatrices del cuerpo o las del alma. No. Me refiero a abrazarlas sin miedo. Quiero decir, querido próximo amor, atreverse a reír, llorar, gritar, susurrar, callar, besar sin tapujos. No creo en el amor como herramienta de poder, ni mucho menos como refugio de carencias. Es más, te confieso que tampoco creo en la pareja como institución inalienable. ¡Pareja! ¿De dónde salió eso? No quiero ser tu pareja, tu par, tu igual, tu clon, ¡menudo aburrimiento! Nos han enseñado mal el capítulo del amor y a esta altura es hora de aprender a desandar ese camino. A eso te invito.
Pero es necesario que sepas, antes de embarcarnos en esta aventura, que no busco en vos un complemento, ni bastón, ni presencia que llene soledades –que por otro lado me llevo muy bien con ella-. No me cuides, no me protejas, no me calles las lágrimas, ni el grito, hay penas y misterios que nos pertenecen y son intransferibles. Busco en vos tu libertad, esa libertad sin barrotes que se anime a caminar junto a la mía. Busco en vos la alegría y la sorpresa que nos regala la vida día tras día. Acompañar tu caos interno, no entenderlo ni mucho menos domesticarlo. Busco beber de tu dicha en los momentos que quieras compartir ese trago y que bebas de la mía.
Nunca te completaré y nunca me completarás porque en cada existencia debe permanecer un vacío que sea exclusivo, ese vacío que nos hace seguir buscando, soñando y creciendo. Si en algo quisiera espejarme es en tu singular. Por favor, nunca me conviertas en plural.
Te amaré, tanto como me amo a mi misma. Defenderé tu libertad como defiendo la mía. Respetaré tu soberanía como espero respetes la mía, y seré la más bella compañía mientras la hembra palpite sobre tu macho. Bajo ese cielo inconmensurable, abierto y sin fronteras, te espero.